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Espacio de bienestar

junio-2017 - diciembre-2017
València
Colaboradores:

Milena Villalba. Fofógrafa

Colaboradores2:

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Carité es un espacio de bienestar en el que estar bien, pasarlo bien. Tranquilo, refinado y sin estridencias, quiere ser un lugar en el que los clientes solamente se concentren en su propio bienestar, en su propio equilibrio. La clínica Carité es un espacio distante pero a la vez acogedor, un salón frío donde el protagonismo lo tendrán los productos que se van a vender y utilizar, así como las personas que en él se van a mover y relacionar. Todos ellos serán los responsables de transmitir el calor y el color que un salón de belleza requiere.

El espacio del que partimos es gélido y oscuro, está degradado y el aparente orden reticular que lo configura se entorpece al llegar al fondo del local. Sin embargo es un espacio que puede presumir de una amplia altura libre y de una gran profundidad.

El programa que Beatriz y Jessica tenían pensado para Carité  era muy claro: necesitaban disponer de tres zonas privadas cerradas dedicadas a usos de spa y estética, un espacio propio para los trabajadores en los que poder tener un despacho, un almacén y un baño, así como diferentes espacios en los que poder llevar a cabo manicuras, pedicuras y sesiones de maquillaje.

Resultado de sus necesidades, el proyecto se apoya en cuatro ideas principales:

Una geometría más flexible. La necesidad de atraer la máxima iluminación natural posible. Un recibidor que quiere ser un salón. Un pasillo que quiere ser escaparate

Disponemos el programa a lo largo del estrecho local como una concatenación de espacios abiertos y cerrados que van conformando un recorrido: el escaparate  invita a acceder llamado por los productos que en él se exponen y por la manicura que se intuye se está realizando en su interior. Una vez dentro  un mostrador da la bienvenida a los clientes.
Desde aquí se leen las cajas: espacios cerrados que, dada la gran altura del local, se construyen sin llegar al techo, lo que ayuda a leerlas como cajas exentas y, desde su interior, a ser entendidas como espacios privados de intimidad y recogimiento. Entre ellas las zonas abiertas son las destinadas a las actividades menos íntimas.

Dejamos de lado la idea de tabiques altos o  falsos techos que nos fragmentan excesivamente  para conseguir que la sensación dentro del local sea la de un espacio continuo y fluido en el que la luz natural entre por la puerta y se filtre de manera discreta en toda su longitud. El hecho de construir cabinas aisladas permite que todas las instalaciones discurran vistas por el techo e introducirse en ellas cuando es necesario sin acometer casi obras, resultando una proyecto ejecutado en seco en un porcentaje alto. Esta decisión se toma por rapidez y facilidad constructiva, pero también por decisiones estéticas de claridad y limpieza.

El ritmo continuo de cajas y vacíos  se traslada incluso al interior de las cabinas realizando en ellas huecos a modo de  hornacinas que albergan un lavabo y un pequeño escaparate. Tras la primera caja el pasillo se ensancha y se proyecta de una forma abierta pero más discreta la zona para la manicura.

Y es al final del local cuando se produce un caos geométrico inesperado donde situamos una última caja que alberga el baño para los clientes. Será esta caja la que asumirá una serie de giros e inclinaciones con dos objetivos, por una parte equilibrar el cambio de inclinaciones en las medianeras del local, y por otra poder situar la zona de almacén y baño para los trabajadores. Se consigue de este modo la idea de tener un espacio continuo de principio a fin, un espacio no fragmentado.

 

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