La casa se ubica en una esquina en la que anteriormente había una nave industrial sin valor arquitectónico. Con el paso del tiempo muchas de las otras naves que colmataban la manzana habían ido desapareciendo, de modo que cuando comenzamos el proyecto pocos eran los elementos a los que poder anclarnos para imaginar el proyecto futuro que surgiría al demoler la edificación existente. Una posición en esquina nos parecía privilegiada para resignificar la identidad urbana y los alzados contiguos. Poder conversar con el entorno más allá del inmediato, así como poder hacerlo con unos clientes sensibles, permitió enriquecer y hacer progresar el proyecto.
Para responder a las nuevas fachadas del proyecto miramos la arquitectura del barrio y de ella extrajimos ciertos elementos constructivos que tras reinterpretarlos nos garantizarían una convivencia amable entre lo histórico y lo contemporáneo: la cerámica, la madera, el blanco y ese cierto capricho y alegría tan presentes en el barrio que se traduce en fachadas de colores vibrantes.
Los clientes exigían una casa pensada para la vida familiar capaz de evolucionar al ritmo de la vida que en ella iba a tener lugar. Esto nos hizo plantear el proyecto con espacios abiertos, conectados entre sí y secuenciados como una gradación progresiva desde el espacio público (la calle) hacia el privado individual (habitaciones).
La distribución y la estructura van cogidas fuertemente de la mano a lo largo de todo el proyecto. La vivienda se ordena en una planta cuadrada de tres vanos, tres crujías y tres alturas. Esta estructura ordena de forma clásica y lógica todos los espacios. La cubierta se resuelve con vigas de madera vistas desde el interior. Solo la mitad de la parcela está edificada, la otra mitad se destina a un generoso patio en el que poder disfrutar de la familia o hacer reuniones con los amigos. Desde el patio podremos contemplar la tercera fachada de la vivienda, la interior. Una fachada más colorida, con juegos de volúmenes y sombras que contrasta con el carácter más modesto de las fachadas exteriores. Se produce así una transición estética y de ambientes a lo largo del recorrido desde el exterior de la vivienda hasta su patio.
La planta baja surge como una gran plaza interior, con elementos que otorgan centralidad y protagonismo como símbolo de la convivencia. Sobre dicha “plaza” recaen la cocina, el comedor y el salón. Se refuerza la centralidad con el encaje meticuloso de la escalera de tres tramos que incita hacia las plantas superiores. El fondo de la planta baja es un patio verde que ilumina con “esa alegría” y en el cual también están la piscina con “ese cierto capricho”, el paellero y la cocina exterior.
En la planta primera volvemos a encontrar la “plaza” en este caso haciendo la función del distribuidor que articula, a su alrededor y de forma radial, tres dormitorios, dos baños y un vestidor.
Si nos seguimos dejando seducir por la escalera llegaremos al desván. En esta planta la zona interior se reduce para dejar lugar a una terraza generosa que vuelca al patio exterior y que recoge de este “esa alegría” hacia la última planta para regalarla a otros dos dormitorios y a un gran espacio diáfano bajocubierta.