Primer Premio Concurso CRU de la Diputació de Castelló para la regeneración del espacio almazara-lavadero en la aldea La Artejuela, Arañuel
Nuestra propuesta surge de la observación y el propio uso que los habitantes y visitantes de la Artejuela, una pequeña aldea del Alto Mijares, ya realizaban en el lugar. Con ella no queremos alterar el paseo ya existente sino, de una manera sutil, mejorar la experiencia del recorrido y la estancia. Un paseo entre la acequia y la balsa, sobre el gres y las hojas caídas y las tejas y los cascotes del derrumbe; con la almazara y sus vigas, las antiguas y las nuevas, y el banco y la ventana enmarcando el paisaje. Con el lavadero y la pérgola y los bancos y la ducha y el árbol de dos troncos.
Un recorrido que completa los ya existentes en la aldea y acerca a la misma un nuevo espacio comunitario recuperado.
Esta recuperación se logra con intervenciones mínimas, sólo lo necesario. Vigas metálicas para consolidar la ruina de la antigua almazara, de la que se aprovechan hasta los cascotes. Lo que antes cubría el espacio (vigas, viguetas, bovedillas, cañas y morteros) ahora conforma el nuevo suelo.
A lo largo del recorrido, bancadas semicirculares invitan a la reunión y el descanso en puntos claves del recorrido y una nueva sombra, bajo una pérgola, acompaña al antiguo lavadero.
Iniciando el descenso entre las últimas de las viviendas, una alfombra de hormigón desactivado nos recoge y siguiendo las piezas longitudinales de gres, nos acompaña en el descenso entre bancales hasta la balsa. En su esquina el aparejo cambia y las piezas de gres dibujan unas geometrías concéntricas que indican un nuevo acceso al agua de manera más segura y accesible.
Cerca, un banco mirador entre olivos, construido con el mismo criterio y materialidad que el camino bajo nuestros pies; constituye un espacio de estar que, lejos de sustituir a las viejas sillas que de manera espontánea los habitantes de la aldea han ido dejando marcando los sitios en los que mejor se estaba y con las que nos encontramos en nuestra primera visita, las acompaña.
Continuamos el paseo y a la vera de la balsa pronto encontramos otro de los puntos característicos de la intervención, de nuevo geometrías circulares, que en esta ocasión rodean un caño por el que el agua caerá. Y un poco más allá, donde el camino cambia de dirección; en aquel punto en el que mejores vistas tuvimos durante las visitas, un nuevo espacio de estar, un banco mirador sobre el paisaje del Barranc de La Artejuela y los bosques de La Parreta.
A nuestras espaldas, y de cara al valle, el antiguo lavadero, bordeado por un nuevo pavimento de gres, esta vez con una geometría cuadrada y sin apenas juntas que haga más cómodo y accesible su disfrute. Sobre él una nueva sombra, la que provoca la pérgola que recupera una geometría extinta, cuyos restos se aprecian aún en los muros de la almazara y que nos lleva a pensar que ese espacio estuvo cubierto a dos aguas algún día. Ahora lo volverá a estar pero de ramas, hojas y flores caducas; para dejar pasar el sol en invierno y protegerse de él los días más calurosos.
Continuando el paseo, por fin la antigua almazara.. Este espacio se incorpora al recorrido que se decide hacer pasar por dentro del edificio. De esta manera, un marco metálico verde que hace de dintel y jambas de la antigua puerta de acceso nos recibe. En su interior, pequeños huecos escogidos en la fachada que queda tras el lavadero, orientado al sur, enmarcan el paisaje.
Una plaza semicubierta con las vigas heredadas de la preexistencia y otras nuevas que simulan el antiguo forjado dan forma a un patio entre las cuatro fachadas que conforman la ruina en el que poder observar y conocer las herramientas que se utilizaban para obtener el aceite, el molino y la prensa, reivindicando su valor como patrimonio cultural.
Sobre la fachada norte un banco corrido forrado de cerámica, permite observar el espacio, conocer su historia y disfrutar de las vistas escogidas o descansar y encontrarse con otros vecinos y visitantes. Una pequeña escalera salva la diferencia de cota existente entre el interior de los restos de la almazara y el exterior.
Para finalizar el recorrido de la intervención y, antes de volver a retomar el camino que atraviesa las vivienda de la aldea, en uno de los muros que conforman la antigua almazara aparece una viga en voladizo en la que se anuda una cuerda para poder trepar y desde la que lanzarse al agua entre la sombra de la higuera, reproduciendo la que ya existía colgada entre las ramas.
Desde la concepción inicial de la propuesta consideramos necesario que ésta se integre adecuadamente en el lugar al que pertenece. Nuestra propuesta es en sí misma una sucesión de espacios de permanencia desde los que poder conversar y observar el paisaje y se convierte, de esta forma, en un punto de interés más dentro de un paseo descendente desde la aldea que se amplía hasta el enclave propuesto.
Se trata de una propuesta de mínimos, casi de acupuntura, de incidir en los enclaves destacados del recorrido para mejorar la experiencia de la estancia y el recorrido. La posibilidad de conversar y de continuar haciendo comunidad, bien seas un habitante de la aldea o un visitante puntual, se da en diferentes espacios: bajo la sombra de un olivo, junto al muro del lavadero, en un baño refrescante en la balsa u observando y aprendiendo de los trabajos que hasta hace no tantos años se desarrollaban en el interior de la almazara. La posibilidad de observar puede darse en el instante del encuentro con la vista proyectada hacia el valle o en el devenir del paseo a lo largo del recorrido pavimentado salpicado de hitos. El camino se convierte en una promenade en la que el punto de vista continuamente cambiante permite comprender el verdadero sentido de la propuesta.