Una de las tipologías de vivienda con las que mayor frecuencia nos encontramos en València para reformar es la de los ensanches de mediados de siglo XX: piezas alargadas entre la calle y un interior de manzana de grandes dimensiones, con estrechas fachadas y con pequeños patios adosados a sus laterales. Son viviendas que, por lo general, invitan a grandes cambios con pequeñas mejoras.
En este caso el objetivo era renovar una herencia que había modificado la vivienda original bajando sus techos y ocultando pavimentos, lo que la hacía algo oscura y laberíntica. Sin embargo, el resultado final tampoco debía alejarse en exceso de su origen para conservar en la memoria la casa en la que habían vivido los abuelos y de la que incluso se mantendrían muchos de los muebles.
Realizamos una demolición parcial manteniendo los dormitorios actuales que tenían unas buenas dimensiones y ubicación dentro de la vivienda, y redistribuimos los baños, cocina y el salón comedor permitiendo de ese modo que el pasillo dejara de ser una pieza angosta y oscura y pasara a ser una pieza más de la casa en lugar de un mero lugar de paso.
La pieza de baños conforma ahora una curva sinuosa que permite dirigir las vistas hacia el patio interior de manzana, en el que se encuentra el Botànic, desde el acceso. Con esta pequeña acción conseguimos un gran cambio: en la vivienda aumenta la sensación de espacialidad al poder acoger vida y mobiliario gracias a su ensanchamiento y se mejora la iluminación del espacio central al permitir el aporte de luz natural desde el patio de luces.
La espacialidad también se consigue al eliminar los falsos techos superfluos y dejar la altura libre original y desvestir los falsos techos que ocultaban las vigas metálicas. De este modo ese pasillo que ahora es una habitación más de la casa cuenta con una gran altura libre remarcada por la vigas que aparecen en la dirección perpendicular.
Esta idea de perseguir lo elemental también se siguió con los materiales. Aquello que funcionaba bien en la vivienda se mantuvo: en las piezas de dormitorios recuperamos las baldosas cementosas que habían quedado ocultas bajo un suelo vinílico o malgastadas por el paso del tiempo, mientras que en el resto de los espacios de la casa sustituimos los pavimentos: en el recorrido que comienza en el acceso y termina frente a la fachada posterior utilizamos un pavimento nuevo de terrazo de grano muy fino en tonos grises, blancos y negros que simula un alfombra continua, que conjugara bien con el cementoso de los dormitorios de fondo negros con aguas blancas y pequeñas salpicaduras amarronadas. Para el resto de la vivienda: detalles en cocina, pavimento y alicatados de los baños, rodapiés y revestimientos de los pilares entre el salón y la cocina, utilizamos una pieza cerámica de pequeñas dimensiones – diferentes en función de su ubicación- en tonos grisáceos, verdoso y terrosos que aportaban neutralidad y sobriedad sin resultar aburrido.
La calidez serena la aporta la madera de haya utilizada tanto en las carpinterías exteriores, las puertas interiores y los detalles en los tiradores y tapajuntas de los armarios que se distribuyen por todas las estancias.
El color aparece de forma muy sutil en las vigas saneadas y recuperadas que, emergiendo sobre el tapiz blanco que conforman el techo y las paredes, ayudan a marcar un ritmo y remarcar la secuencia de los espacios.
Como resultado, surge un proyecto de ideas concisas que, unido a la utilización de pocos y buenos materiales discretos y bien puestos, permiten conjugar de manera armoniosa entre lo nuevo y lo que permanece.