











Romeria de tot l’any
Junto a Mha Arquitectura
Mención Concurso CRU de la Diputació de Castelló
Empezamos el recorrido dejando el coche en la base de la montaña, iniciando una caminata tranquila hacia la ermita de Sant Antoni, en Betxí. Nos rodea el canto de los pájaros, el movimiento suave de los pinos y, después de las lluvias, un paisaje lleno de flores y vegetación. Nos cruzamos con algunos excursionistas mientras avanzamos a paso lento, cautivados por el entorno. Al llegar arriba, divisamos el campanario e imaginamos el día de Sant Antoni, el 17 de enero, cuando una romería llena de los y las bechineneses llena este camino hasta la ermita para compartir una comida con vistas.
Arriba de todo, el viento se hace notar. Dejando atrás la ermita, el camino baja y revela una vista espectacular de la llanura de Castelló. Pasamos por una explanada con gradas naturales que parecen fundirse con el paisaje. Nos sentamos a disfrutar del entorno y nos acercamos a una antigua construcción en ruinas que, como mirador improvisado, nos regala las mejores vistas del día: Alquerías del Niño Perdido, Burriana, Mascarell, Nules, el Montgó, la Vilavella y el mar al fondo. Este punto se convierte en la inspiración para pensar una intervención que mejore el lugar, pero sin perder su esencia.
Así nace una propuesta que parte del respecto al lugar y que se basa en tres materiales ya presentes: piedra, cerámica y acero. A esto se suma un cuarto elemento intangible: el paso del tiempo. La propuesta quiere fundirse con el paisaje, ser sostenible y realista, potenciando los valores del lugar.
Retomamos el camino con la propuesta ya imaginada. Un semicírculo cerámico marca el inicio del recorrido y actúa como transición entre el pavimento viejo y el nuvo, de tierra compactada con fragmentos de cerámica y piedra. Desde este punto se intuyen varios elementos: miradores, bancos, fuentes y graderíos. Las primeras paradas están formadas por piedras a modo de bancos, con toques de cerámica colorida. Bajando, aparece un mirador accesible para personas con movilidad reducida, aprovechando el soportal del restaurante. Más abajo, una pequeña fuente marca otro punto de interés con geometría cerámica.
La explanada se amplía con nuevos bancos, y a su límite, los graderíos cubiertos con cerámica y vegetación descienden hacia el paisaje. Una escalera cerámica conecta con dos nuevos miradores triangulares, mínimamente anclados al terreno, que señalan nuevamente la vista hacia la llanura.
La propuesta quiere mejorar el recorrido y la experiencia del lugar, haciéndola accesible y más rica visualmente. Se plantea un pavimento permeable de tierra compactada, que integra fragmentos cerámicos y piedras del lugar. Este collage se adapta a las necesidades del recorrido: se concentra en puntos claves y desaparece cerca de la vegetación. Las zonas de sombra, las vistas y los puntos de agua se marcan con geometrías cerámicas circulares.
Los graderíos existentes se rehabilitan con hormigón de cal, reaprovechando materiales de la ruina próxima. Los bordes se adaptan: en un extremo se funden con la naturaleza, permitiendo la colonización vegetal; al otro, se transforman en una escala cerámica que conecta con los miradores.
Se instalan tres miradores con intenciones claras: el primero bajo el restaurante, accesible para todo el mundo; los otros dos, abajo, entre olivos, construidos en acero y cerámica colocada en seco. Estos, con formas geométricas marcadas pero materiales integrados, quieren ser parte del paisaje y no un elemento extraño.
El proyecto busca ser absolutamente respetuoso con el contexto natural y patrimonial. Situado junto a un Bien de Relevancia Local como la ermita de Sant Antoni, se opta por materiales locales y pavimentos filtrantes que minimizan el impacto ambiental y visual. Los restos cerámicos de fábricas próximas se reutilizan para generar los revestimientos y los caminos.
La ejecución del proyecto estaba pensada para ser local, próxima y sostenible: que pudiera construirse por trabajadores de la comarca, utilizando técnicas sencillas y materiales cotidianos, pero con mucho cuidado por el detalle. El material cerámico escogido es de una empresa local, Exagres, y se combina con piezas de Drainker para crear el mosaico cerámico del recorrido. Esto reduce costes y huella de carbono.
También se ha pensado en la vertiente artística: al mirador se propone un mural cerámico pintado a mano por un artista local, elaborado en colaboración con artesanos, creando una pieza singular y representativa del BRL y de la historia de Betxí. Este mural se ubicaría al descenso hacia los miradores, reforzando el vínculo emocional y cultural con el lugar.
La propuesta recibe el nombre “Romeria de tot l’any”, porque quiere trasladar el espíritu de aquel 17 de enero al resto del año. El camino se convierte en un espacio vivo e inclusivo, abierto a excursionistas, familias, ciclistas y artistas. Un lugar para descansar, observar, beber, jugar y actuar. Un espacio para todos.
Con todo, el proyecto no transforma el lugar, sino que destaca sus bondades. Añade elementos que enriquecen sin desfigurar. Barandillas sutiles, bancos cerámicos, puntos de agua, escaleras y miradores que honran el paisaje. Una intervención pensada con sensibilidad, que trata a los usuarios como adultos y que recuerda que este lugar es de todos los bechinenses y de todo el mundo que aprecia el patrimonio natural y cultural.