La casa en Vila Barberà nos permite aprovechar las bondades de una vivienda de 1935 bien conservada y tomar de ella prestadas las cerámicas de los pavimentos, las carpinterías o las molduras que nos hablan de un tiempo pasado donde primaba la maestría del trabajo artesanal.

Pretendemos realizar una actuación discreta en la que no se establezcan prioridades ni jerarquías entre la funcionalidad y lo material, al mismo tiempo que hilvanar la idea general del habitar con los pormenores, el programa funcional con las texturas, el tamaño de una ventana con los colores o la luz natural con los recorridos.

Buscamos dar solución al programa distributivo y funcional para que María José y Pablo, sus nuevos habitantes, puedan volver a usarla de una manera más acorde a su vida. Para ello nos apoyamos en las trazas estructurales existentes y generamos sobre ellas unas leyes geométricas que nos permitan responder así al programa doméstico y crear un ritmo de recorridos y espacios, sombras y luces, llenos y vacíos.

El resultado del proyecto podría asimilarse a la anatomía de un pez en el que la cabeza y la cola son elementos concretos, pero existe entre ellos un esqueleto de espacios indefinidos. Las necesidades de sus habitantes son claras a día de hoy, pero posiblemente cambiantes en un futuro. La no definición de algunos de los espacios será la clave para ocuparlos de diferentes maneras en el tiempo y hacer plausible que con pequeños gestos es posible transformarlos sin someterse a grandes reformas.